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perfil de Andy Chierniavsky
por Mariel Breuer

La chica de la mirada en movimiento


-Eso
Flash
-Bien
Flash
-Bajá un poquito el mentón
Flash
-¡Que linda guachita!
Madona entra por los parlantes para disimular que la única que habla en el estudio es Andy.
-Ahora... bajá la bola de boliche – dice y baila un poquito.
La editora de una de las revistas para la cual están sacando las fotos ya lo había advertido antes de empezar: “cuando llega y está lista para empezar a sacar… va a la cámara, mira y después da unos pasos para atrás hasta el equipo de música y sube el volumen. Vas a ver. Creo que lo hace para ayudar a la modelo a relajarse pero no fuimos dando cuenta de que muchas veces hasta saca al ritmo de la música” Andy no dispara compulsivamente, revisa cada toma. Pero en pocos minutos todo el estudio empieza a entrar en ritmo. El ruido que hace es como un pequeño estallido ¡BAM! Uno casi se queda esperando el humito de aquellos flashes antiguos en que realmente eran una explosión.
Adentro de su estudio, ella es la Reina Elisabeth, con su piel muy blanca y sus rulos muy rojos, pero nadie le teme. Aunque por el gran respeto que todos le tienen, nadie se negaría a hacer una reverencia ante su llegada. Ese galpón de paredes blancas en el barrio de Palermo es su territorio, lo posee en todas sus dimensiones y quienes están adentro son sus súbditos. Cuando Andy Cherniavsky entra a ese, su estudio, todos empiezan a moverse. Dejan el té, el mate y de repente se activan. Todos corren. Andy dirige y todos corren.“En el trabajo no es imperativa, no es intrusiva. Andy es muy cálida” dice Martha, su mamá, y nadie es capaz de objetarla.Martha vive a unas cuadras del estudio así que va seguido a visitar a su hija y verla trabajar.
Andy Cherniavsky nació en una familia muy culturosa. Su mamá es psicóloga y se casó en segundas nupcias con un crítico de arte que la acercó a los popes de las artes como Marta Minujin y Julio Le Parc. Su papá, por otra parte era, como ella lo definió “el Daniel Grinbank de los 60 y 70”. Él era director de cine, de teatro y fue manager de artistas como Nacha Guevara, Arcoiris, Facundo Cabral, Miguel Abuelo y Charly García. “Yo nací en los teatros y lo único que hice en los 80 fue volver a esos mismos lugares”. De pendejita, con su jardinerito, andaba sumergida en ese ámbito. “Entendía lo fuerte que era todo eso, pero no hacia dónde me iba a dirigir”.
Si su infancia no fue como la de cualquier otro, su adolescencia menos. Cuando Andy tenía 14 años Martha se fue a vivir a San Salvador de Bahía (Brasil)amenazada por la Triple A y ella no fue exactamente invitada. Pero además “irse a Bahía era como irse a vivir ¡al Chaco!”. Así que se quedó en Buenos Aires al cuidado de su hermano menor, en la casa de Salguero y Arenales. “Sufrí mucho de quedarme sola en Buenos Aires porque de repente tenía 14 años y no tenía ni la más puta idea de nada”.
  
Una familia muy normal
A los 16 años se cambió de un liceo de señoritas muy prolijo “a un incorporado todo mal, lleno de vagos y tipos de 45”. Pero fue ahí –donde ella era un poco más adulta que los demás compañeros– que conoció a Dani García.
-Un día invitame a comer a tu casa
-¿Y qué querés comer?
-Milanesas a la napolitana
“Y me cocinó milanesa a la napolitana y mousse de chocolate hecha por ella. Y ahí me mato, quedamos unidos para siempre después de eso” cuenta Daniel García que todavía se acuerda de ese día del año 75. “Ella me asombraba y me generaba mucha admiración” cuenta Daniel. Y como ella vivía sola, al poco tiempo se convirtió en una suerte de convivencia con Andy y con Ariel, su hermano.
Un día, el hermano de Daniel, Charly, se quedó sin casa y le pidió permiso a Andy para vivir en la de ella. Ahí la dinámica de la casa cambió mucho, entraba y salía más gente, pero por sobre todo, Andy vio que había otras maneras en las que se podía vivir la vida. Asique no sería descabellado pensar que en esa casa, donde vivían 4 adolescentes en los ’70, se llevaba adelante una sucesión de fiestas interminable. Pero ese no era el clima. Andy no lo hubiera permitido por preservar el hogar. Tenía más que ver con la experimentación lo que ahí pasaba. Ariel realizaba junto a sus amigos unas situaciones que llamaban Veladas y consistían en reunirse en torno a un tablón donde prendían velas y dejaban a la cera hacer su recorrido. Azar visual. Al mismo tiempo, Andy, no muy lejos de esta performance movía todos los muebles y convertía a la casa en su primer estudio fotografiando a sus amigos.
Cuando Charly García viajó por primera vez a Nueva York le trajo de regalo un libro de AnnieLeibovitz y fue ahí que Andy se dió cuenta de que había más fotógrafas mujeres en el mundo. Sola en su laboratorio de revelado empezó a probar cosas nuevas y se inspiró en las fotos de Pedro Luis Raota que empezaba a romper aquel estereotipo de fotografiar lo que existe. Él, por el contrario, creaba imágenes fuera del imaginario popular. “Yo intentaba hacer eso mismo”.
Algún tiempo después, su hermano buscando la forma de reunirse con su madre viajó a Europa y en Zaragoza tuvo un accidente y murió. “Me cambió la vida, me cambiaron los valores. Un hermano es un cacho tuyo y todavía hoy no paso un día sin pensarlo.”
Andy volvió sola a Buenos Aires, a los 18 años, habiendo perdido un año de la carrera dePsicología y sin saber que ruta tomar. Entonces la fotografía se presentó como un gran mundo para explorar. Y empezó a sacar fotos de plazas. Se ponía su mejor ropa e iba a Plaza Francia o a Plaza Las Heras y tomaba imágenes de mamás con sus hijos que luego les llevaba a sus casas y las señoras las compraban.

Las trincheras del rock
En los 80, Andy Cherniavsky se consagró como la fotógrafa indiscutida del rock argentino. Pero antes tuvo que visitar puerta por puerta a editores, otros fotógrafos y demás personajes que podrían ser potenciales clientes solo para después contar con la posibilidad de que la llamaran con algún encargo. Después, Andy tuvo su estudio arriba de DG Producciones (Daniel Grinbank Producciones) y las posibilidades de cubrir recitales se multiplicaron infinitamente, “todas las bandas, todos los discos, todas las giras”. En los shows no había la seguridad que hay ahora y los fotógrafos estaban ahí abajo con la gente y se bancaban escupidas, piñas, patadas y que los desmayados les pasaran por encima. Andy se volvió amiga del rock, era parte de eso con absoluta naturalidad, ya fuera haciendo una tapa de un disco o de gira en Ibiza con Los Abuelos de la Nada. La cámara era su instrumento para ser parte de esa escena, era el instrumento que ella sabía tocar y así se puso miles de recitales al hombro. De eso Andy tuvo durante 10 años hasta que el corte fue inminente “Si veía un rockero más lo pisaba con el auto”.

Las modas pasan volando
La moda le abrió a Andy todo un mundo nuevo de posibilidades que el rock no le podía dar “Había mucha desorganización, mucho caos. Y yo quería producción”. Se le empezaba a dar más atención a los maquillajes artísticos, a los peinados, había un presupuesto. Tenía todas las variables sobre el tablero para poder expandir su creatividad hasta las últimas consecuencias. La moda entró en la vida de Andy de la mano de la sociedad con Gabriel Rocca y también con el cubrieron el último recital, Amnesty International. Pero ya no les divertía, ya no les interesaba. Ese fue el fin de Andy con el Rock.
“La primera vez que vi entrar a una modelo en el estudio volví a mi casa llorando y le dije a mi mamá: ¡Mi tapado es espantoso, no puedo ir a trabajar así! Y fuimos y compramos uno”, cuenta Andy. Un ciclo se había cumplido. Y una vez dedicados por completo a la moda y a la publicidad, el éxito de Rocca&Cherniavsky tuvo que ver con que se trataba de un estudio que además de sacar fotos y buenas, tenía ideas. “Con Gabriel inventamos muchas cosas” pero una es definitivamente la de mayor trascendencia: hicieron de la fotografía algo popular de la mano de la televisión. No solo la fotografía sino también a los fotógrafos.
En el momento más alto de su carrera Andy fue mamá, pero en lugar de sentir que su bebé se interpusiera en su carrera, ella sufrió por sentir que su carrera se interpusiera en su maternidad. Sentía culpa de dejarla cuando su hija nunca sintió una falta. Salir a trabajar, como había hecho cada día de su vida no la hizo una madre menos presente. “Pero durante el embarazo tampoco paré, trabajé tremendamente y después solo me tomé un mes y ahí es como que me sentí mala madre”. A pesar de haber tenido que lidiar con ser una madre culposa, judía, virginiana y argentina, hoy –18 años más tarde– sabe que su hija fue su mejor trabajo.Ante todo, antes que fotógrafa, es “mamá”. Mucho antes del nacimiento de su hija. El de Fotógrafa, en cambio,es un título que a Andy le costó asumir y tiene que ver principalmente con un descreimiento de aquella idea de artista consumado o etiquetas como “la mejor fotógrafa”. Estas nos son muletillas con las que a Andy le gusta relacionarse. Ella prefiere decir que la fotografía es su profesión, es lo que hace, es de lo que trabaja y lo hace lo mejor que puede.
Andy concibe el trabajo desde un punto de vista bastante proletario en este sentido. Cumple un horario todos los días, de lunes a viernes y cuando está en el estudio, se trabaja. Si no hay sesión de fotos, hay trabajo administrativo, o pre-producciones o cualquier otra arista del trabajo, pero en su horario, eso es lo que hace. Y a pesar de ser una fotógrafa de reconocimiento internacional, Andy eligió trabajar en su país, quedarse acá. Si bien tuvo la posibilidad de viajar por su trabajo, desde giras en los comienzos hasta sesiones de moda en todo el mundo, ella siempre vuelve a Palermo, donde vive y trabaja desde hace 29 años. “Amo Buenos Aires, me encanta, me fascina. Es un lugar donde puedo estar, donde está mi esencia, mis amigos y mi familia. La verdad es que soy muy feliz acá”
Y si tuviese que describir el proceso de la fotografía, la experiencia para ella, diría: “Es un poco de tacto, un poco de sensibilidad. Es como cuando estas cocinando y sentís que la masa no necesita más harina”. Todo esto lo tuvo que descubrir sola. “Yo soy bastante insegura en el fondo, aunque no se note. Y el beneficio de eso es la constante búsqueda. Hasta que no está perfecto no paro. Soy hinchapelotas, obsesiva y molesta para mis empleados. Soy perfeccionista”.
Esa constante búsqueda la llevó a Andy a abrir, luego, una cadena de restaurantes; a ser directora de fotografía de la revista G7 durante 10 años y a dirigir publicidades o campañas como la de Coca Cola para la que vistió botellas. Andy simplemente no para nunca, en esa mezcla dinámica y relajada al mismo tiempo.
Tanto en su trabajo como en su vida personal vive y se relaciona siempre con intensidad. Andy es una gran fuerza femenina.
Andy es “Andy” y no es por una cuestión de marketing, de hecho hoy su estudio lleva letras y no nombres. Andy es Andy porque ese es el vínculo que genera instantáneamente con las personas. Está en su naturaleza invitar: a comer, a posar, a charlar, a sacarte todo frente a su lente. No importa si se trata de Kate Moss o de un joven actor haciendo las primeras fotos para su book. Andy es Andy porque, ¿a quién se le ocurriría decirle Andrea?
-¿Éste es el último cambio?
Flash
-Dame una más
Flash
- ¡Bien!
Flash
-Terminamos.